La sociedad nos empuja, cada vez con más fuerza, hacia la individualidad. Un modelo de sociedad que poco tiene de eso y que, más bien busca que las personas vivan alienadas las unas de las otras. Mientras la sobre-información y las nuevas tecnologías se abren paso a machete, asistimos a la disolución del concepto de comunidad tal como lo conocíamos. Bajo el dulce aliciente de la conectividad, va creciendo la distancia entre nosotros y las personas que nos rodean.

Hemos mordido el anzuelo del discurso neo-liberal. Nos hemos creído que, como individuos, poco podemos hacer para cambiar la realidad. Pero debemos volver a ser conscientes del poder que tenemos como humanos, como sociedad y, en última instancia, como consumidores, un papel al que parece habernos relegado, casi en exclusiva, el sistema capitalista. Lo cierto es que con cada decisión que tomamos, estamos configurando el entorno y la sociedad en la que queremos vivir.

Cada vez que una persona decide comer alimentos no producidos de manera intensiva, está frenando la tendencia de la sobre-explotación del medio.

Cada vez que una persona compra en una tienda de barrio, está favoreciendo el empleo local y la generación de riqueza dentro de su entorno más cercano.

Cuando desde NUDO llevamos nuestra producción a un taller local, estamos fomentando, no sólo el empleo, sino que las personas que allí trabajan puedan seguir ejerciendo su profesión, cobrando un sueldo digno que les permita vivir, crear una familia, viajar o disfrutar del tiempo de ocio.

Asimismo, cada vez que alguien decide vestir una de nuestras prendas, está apoyando que Mª Jesús, Fran, Mayte, Marta, Carolina, Paco o Isabel, puedan dedicarse a lo que aman y vivir de manera justa. Personas, todas ellas, que tienen familia, amigos, que viven en un barrio, en una ciudad y que toman café cada día en el bar de al lado.


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